Mensaje para el Secretario de Gobierno, 11 muertos en Boca del Rio.
Osorio Chong: un baño de sangre para el secretario
POR: MUSSIO CARDENAS ARELLANO.
Sin control, se enfrentan los cárteles, sembrando muerte y regando sangre, en el yunismo como en los días en que Javier Duarte gobernaba a Veracruz y la violencia retaba al Estado y sumía en el miedo a la sociedad. Así reciben a Osorio Chong.
Once muertos, dispersos sus cuerpos, unos al interior de un vehículo, otros sobre el pavimento, semidesnudos todos, en una colonia de Boca del Río, describen la brutalidad que mueve a las bandas criminales, el caos de seguridad y la guerra del narco en su máxima expresión.
Y el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong promete sólo por prometer: ir tras los criminales, someterlos, vencerlos, hacerlos pagar.
Viene a Veracruz, al municipio de Córdoba, el martes 28, y con él llega la Gendarmería Nacional. O mejor dicho, viene una ínfima fracción de la Gendarmería Nacional, sólo 2 mil 500 elementos para combatir a los cárteles que en los días del duartismo lograron cogobernar la entidad.
“Vamos tras los criminales que han venido actuando aquí —dice el célebre Osorio Chong—. Tenemos claros los objetivos, quiénes son ellos… iremos por ellos, iremos por todo lo que representan”.
Pero cuando Osorio apenas va, los malosos ya vienen de regreso.
Y horas después hallan 11 ejecutados en Boca del Río.
Habrá quien no le crea. Habrán más que lamenten el circo demagógico del secretario de Gobernación, que arriba a Veracruz una vez más a destiempo, con sus frases huecas y su rollo institucional.
Meses atrás, el 17 de octubre de 2016, Osorio Chong fue igual de falaz. Llegó a Coatzacoalcos, reunió a los poderes, a los civiles y militares. Realizó el diagnóstico. Halló una verdad: el crimen organizado estaba fuera de control. ¿Serio?
Una frase:
“La inseguridad que se vive en el estado de Veracruz debe revertirse de manera inmediata a través de una estrategia que abarque y atienda las necesidades específicas de cada zona y región de la entidad y que involucre a los tres niveles de gobierno”.
Otra:
“Es necesario erradicar las inercias arraigadas que le han arrebatado el bienestar a los habitantes de esta zona sur del estado”.
Ordenó, pues, acabar con los delincuentes. Al Ejército le encargó unas células, a la Marina otras, a la Policía Federal unas más. Y al final todo quedó igual.
Vivía el sur de Veracruz días de intensa violencia, secuestros de empresarios y profesionistas, ejecuciones en las calles y en el campo.
Del levantón se saltaba al hallazgo de las víctimas, torturadas, asesinadas, mutiladas, en ellas la huella del odio y la sangre fría, el que mata con saña y por placer.
Fuera de dos o tres golpes al crimen organizado, los líderes de las bandas delictivas permanecieron inmunes. Agazapados, siguieron operando. En las sombras, y otros ni tanto, continuaron el cobro de cuota, la venta de droga, la extorsión y el secuestro, o el tráfico de migrantes, o la trata de personas.
Amainó la tormenta pero sólo por tres meses.
Hoy, la violencia va en aumento, el baño de sangre intimida y escandaliza.
Niega el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares que la violencia, los ejecutados, las amenazas, la sangre, sean un reto al Estado. Es un conflicto entre ellos, las bandas del crimen organizado, nada más. Es la percepción del gobernador.
Dice en cambio, el obispo de Córdoba, Eduardo Patiño Leal, que la guerra entre los cárteles no comenzó la noche del martes 28 de febrero.
“Veracruz ya estaba en guerra, lo de anoche no es nuevo. Se necesita de un esfuerzo más eficiente de los tres niveles de gobierno”, afirmó.
Luego apuntó:
“Se debe de devolver la paz a las víctimas, y sólo se logrará enfrentando y deteniendo a los criminales”.
Sí, pero ¿cómo, con qué policía, la misma que no aprueba exámenes de control de confianza, la misma que está implicada en levantones y tortura, asesinato y desaparición forzada?
Once muertos en Boca del Río, en la colonia Graciano Sánchez, evocan al macabro espectáculo de los 35 cadáveres arrojados a los pies del Monumento a los Voladores de Papantla, frente a Plaza Américas, en 2011, en el municipio boqueño.
Así arrancó el baño de sangre del duartismo y no se le pudo frenar.
En la Graciano Sánchez el hallazgo sacude a los vecinos. Y luego a Veracruz entero. Sacude al gobierno yunista porque la ola de sangre no cesa y va en aumento.
Así fue el hallazgo:
“Se trató de una camioneta Nissan Urban, color blanco, en su interior una mujer y seis hombres, uno de ellos envuelto en bolsas negras y cinta canela, mientras que sobre el pavimento se alcanzaban a ver tres hombres y una mujer.
“Las víctimas vestían ropa interior, estaban amarrados de pies y manos, además tenían huellas de violencia e impactos de bala.
“También se veía en la parte trasera de la unidad y en el parabrisas dos cartulinas color naranja con mensajes que decían textualmente: ‘Desde este momento empieza la guerra, guerra quieren guerra tendrán, quieren tener todo el poder para meter a su jente pero aki nos morimos todos’.
“Más tarde autoridades ministeriales acudieron para realizar las diligencias correspondientes y levantamiento de los restos humanos, siendo llevados en calidad de desconocidos al SEMEFO para la necropsia de ley.
“Cabe mencionar que durante el traslado, se notó un fuerte operativo para custodiar los cadáveres”.
Sin una policía confiable, Veracruz está en manos del crimen organizado, inerme, desprotegido, aterrado al ver que la ola de sangre avanza, que los cárteles se enfrascan en su guerra y de un momento a otro trasladarán los saldos a las infanterías de la sociedad.
Y en eso arriba el secretario de Gobernación con una fórmula mágica: la solución ideal es la que se platica, el verbo y el choro.
Sólo Osorio Chong cree en sus promesas de paz, en recuperar la tranquilidad para los veracruzanos, en someter a los cárteles de la droga.
Tardíamente llega el secretario de Gobernación a Veracruz y tardíamente llega la Gendarmería Nacional, exigida desde los tiempos en que Javier Duarte gobernaba Veracruz y permitía que el crimen organizado dispusiera de la vida de los malos y de los inocentes.
Así llega Osorio Chong a Veracruz, a destiempo, y el crimen organizado lo recibe con una masacre.
Un brindis de sangre por el secretario de Gobernación.