"DIALOGO CIUDADANO" Engendro Televisivo.
Mientras el país se desgarra por la violencia que activó Felipe Calderón, éste no tiene otro interés que apuntalar a su grupo político con miras transexenales. Para ello cuenta con el apoyo de la oligarquía criolla y de los sectores ultra derechistas de Estados Unidos. Por eso no tiene empacho en actuar como si su “gobierno” no tuviera saldos negativos, cuando los hechos demuestran que por donde quiera que se mire no hay una sola acción favorable a la sociedad nacional y al país. Nunca antes se había visto una “administración” construida en los medios electrónicos, con un desparpajo y un cinismo sin precedentes, como lo avala la realidad.
El “reality Show” dominical con el que Calderón quiso demostrar que mantiene una comunicación abierta con el pueblo, resultó una grotesca burla cuyos resultados son contraproducentes. El “Diálogo ciudadano”, como se tituló este engendro televisivo, patentizó el alto nivel de desprecio que tiene el inquilino de Los Pinos por la sociedad mayoritaria. No tuvo empacho en tomar parte en una simulación preparada para su lucimiento, siempre y cuando la gente hubiera creído que el supuesto diálogo no fue previamente orquestado con los ciudadanos que participaron con “sus” preguntas.
Aun así, no hubo ninguna declaración novedosa, sólo los mismos lugares comunes de un tecnócrata sin nociones de lo que es la política, el Estado, las relaciones sociales en un país que anhela ser democrático. A la pregunta “¿Por qué hay tanto narcotraficante?”, Calderón respondió que “Hay mucha gente mala”, y luego se soltó diciendo las mismas generalidades de siempre, para concluir con sus valentonadas sin sentido: “Si quieren (los narcos) más Ejército, más Marina o más Policía Federal se las envío, pero yo no me dejo y no me voy a dejar, tenemos que acabar con esas lacras”.
Vale decir que si hay mucha gente mala es porque existe un entorno social que favorece que la haya. Nadie nace siendo malo, sino que la sociedad en la que se vive es la que propicia conductas inmorales. Es impensable que haya gente absolutamente buena si las elites actúan con una total ausencia de ética, imponiendo comportamientos que generan maldad, como bien lo señalaron en sus carteles de protesta los manifestantes ingleses: “Los verdaderos saqueadores son los bancos”. ¿No ha sucedido así en México a lo largo de los años, sobre todo a partir de que los gobiernos neoliberales tomaron el poder? ¿No fue el Fobaproa una demostración más que obvia de la maldad de una elite voraz e inmoral en grado extremo?
Si hay muchos narcotraficantes es porque hay condiciones para que los haya, incluso en un principio contra su voluntad, como sucede con los miles de muchachos que son reclutados por los cárteles porque no tienen otra salida a su terrible situación. Y lo que ha logrado Calderón con su “guerra” es que haya cada vez más delincuentes, porque en vez de corregir las causas profundas del problema se ha dedicado, por un lado a “picarles la cresta” a los capos, y por el otro a favorecer una realidad más ventajosa para los verdaderos beneficiarios del ilegal comercio de drogas ilícitas.
Mientras no cambie la manera de ver los problemas sociales, no cabe esperar que haya cambios favorables en el país. De ahí el imperativo de que la derecha salga de Los Pinos, antes de que sea demasiado tarde y no le dejen al pueblo otra alternativa que luchar por su sobrevivencia. Han sido demasiado los abusos cometidos contra las clases mayoritarias, han sido incontables las injusticias a lo largo de las últimas tres décadas, es tiempo de parar una situación que amenaza liquidar el futuro de los mexicanos. La sociedad demanda soluciones reales a sus problemas, no paliativos ni limosnas, mucho menos amenazas de represión como lo pretende la oligarquía con la Ley de Seguridad Nacional.
Ni el PAN ni el PRI podrían encauzar esas necesarias soluciones inaplazables, porque su visión de la política no tiene objetivos sociales sino de mero lucro en beneficio exclusivo de los poderes fácticos y del grupo dominante. Así ha quedado demostrado en las últimas décadas, sin sombra de duda a pesar de los miles de millones de pesos gastados en propaganda vil y mentirosa. Los candidatos que la oligarquía quiere imponer en uno y otro partido demuestran claramente sus verdaderas intenciones. Tanto Ernesto Cordero como Enrique Peña Nieto son tecnócratas puros comprometidos totalmente con grupos de poder ajenos por completo a los intereses nacionales.
Pero independientemente de quien fuera el abanderado de uno y otro partido oligárquico, lo cierto es que los dos quieren el poder no para servir al país, a la sociedad mayoritaria, sino para ponerlo al servicio de los pocos multimillonarios saqueadores que se han enriquecido a manos llenas y aún no se cansan de amasar millones. Esto es más que obvio, por eso es asombroso que todavía haya gente que crea en el “patriotismo” y “buena fe” de Calderón y de la clase política al servicio de la oligarquía. Las verdaderas lacras no hay que buscarlas muy lejos, sino en los círculos más selectos del poder.