2/12/11

RIM.-Ausencias que pesan, presencias que matan.


Ausencias que pesan, presencias que matan

Arturo Montiel con Peña Nieto. Manlio Fabio Beltrones lejos de Peña Nieto. Los Chuchos con López Obrador. Alejandro Gurza y Armando Guadiana con López Obrador. Alejandro Poiré en la foto con los precandidatos panistas. ¿Alguien me puede explicar?
Por Ramón Alberto Garza02/12/2011 - 0 comentariosCategoría: Actualidad







La unción de Enrique Peña Nieto como candidato a la Presidencia distó mucho de ser tersa, de estar enmarcada en la unidad, de mostrar un nuevo PRI.
Al margen de la dialéctica de los discursos, la ausencia deManlio Fabio Beltrones evidenció una fractura en la presumida unidad del tricolor.
Y el nuevo PRI mostró lo peor de su viejo estilo cuando un rostro del pasado, el de Arturo Montiel, que personifica la corrupción y la impunidad que hundió al partido hasta el tercer sitio en 2006, se asomó entre los invitados de primera fila.
Podría decirse, sin temor a exagerar, que la ausencia deManlio Fabio Beltrones se magnificó con la presencia de Arturo Montiel.
La presencia en sí misma del ex gobernador mexiquense, al que se le exhibieron lujosas propiedades en México y el extranjero, fue un duro golpe para el festejo inaugural de la tan esperada candidatura del llamado Grupo Atlacomulco.
Porque si Arturo Montiel fue invitado por su ahijado político Enrique Peña Nieto, esto sólo mostró la debilidad y el nivel de compromiso que tiene con su pasado político quien promete un mejor futuro para México.
Y si no fue invitado, también queda en evidencia la debilidad de los estrategas del ahora candidato del PRI, que son incapaces de neutralizar aun el cáncer político más violento que puede hacer metástasis e invadir las raíces de la campaña presidencial tricolor. La sombra de Arturo Montiel en “el bautizo” lo perseguirá durante toda su campaña.
Nadie en sus cinco sentidos puede ignorar que la presencia de quien está convertido en un homenaje viviente a la impunidad contamina con su imagen la de un cachorro que busca abrirse paso en medio de la incredulidad.
Suficientes discapacidades políticas tiene que remontar Enrique Peña Nieto, sobre todo cuando esté alejado del cuidado que se le prodiga en la pantalla de televisión, como para cargar otros lastres.
Y al que lo dude, que tome el discurso que el mexiquense pronunció el domingo pasado en la sede nacional del PRI. Y que lo coteje con aquella histórica pieza de oratoria que en igual ocasión desplegó Luis Donaldo Colosio en el Monumento a la Revolución. En fondo y forma.
Pero si esa presencia pesó, la ausencia de Manlio Fabio Beltrones se convirtió en otra profunda herida el día del ungimiento.
Y es que el sonorense no era un priista más. Era el rival más enconado de Enrique Peña Nieto. El contrincante que decidió abandonar la contienda interna en aras de una unidad que ni se escucha en el discurso ni se ve en el templete.
Porque hasta hoy, de la boca de Manlio Fabio Beltrones no ha salido el nombre de Enrique Peña Nieto. El jefe de la bancada priista en el Senado dice claudicar en la interna en aras de la unidad, pero nunca entrega su capital político a su rival mexiquense.
Y si la omisión fuera casual, deja de serlo cuando no asiste al “bautizo” del candidato, lo que da paso a todo tipo de especulaciones, incluyendo las de una difícil negociación política.
Manlio Fabio Beltrones ya vivió el destino y el drama de Manuel Camacho, el entonces precandidato priista que se rebeló cuando Carlos Salinas de Gortari destapó a Luis Donaldo Colosio.
¿Qué habría sucedido si el ex regente del Distrito Federal se hubiera disciplinado en noviembre 28 de 1993? Sin duda, habría sido Manuel Camacho y no Ernesto Zedillo el relevo del malogrado candidato del PRI a la Presidencia.
Manlio Fabio Beltrones no sólo lo sabe. Lo vivió. Y aprendió en cabeza ajena. Su rebelión es institucional, apegada hasta ahora sólo al partido, pero no al hombre.
A menos que pronto aparezca como presidente del partido o como jefe de la campaña. Entonces podríamos confirmar que su adhesión pasó su factura.
Pero, por ahora, es Enrique Peña Nieto el que invoca una y otra vez el nombre de Manlio Fabio Beltrones. En cambio, el senador sonorense es el que hasta ahora jamás pronuncia el nombre del ahora candidato único del PRI a la Presidencia.

ADVERSARIOS Y EMPRESARIOS
EN LA REPÚBLICA AMOROSA

Y mientras en el PRI se evidenciaba la falta de unidad, en la “República Amorosa” de Andrés Manuel López Obrador continuaban los milagros.
Sus principales adversarios, Jesús Ortega y Jesús Zambrano, los llamados “Chuchos”, se reconciliaban con el tabasqueño.
Por primera vez en años, las corrientes más disímbolas del perredismo, arrastradas por el apoyo de Marcelo Ebrard, se sumaban a la candidatura de Andrés Manuel López Obrador.
Y con Alejandro Encinas y Dolores Padierna, integraban el sexteto que bajo el símbolo de “¡Amor y Paz!” prometía que lo que se vivía era una auténtica reconciliación.
Pero aquí, al igual que con el PRI, nadie puede dejar de pensar en Manuel Camacho. Sobre todo cuando Marcelo Ebrard vivió en carne propia la indisciplina política de su jefe y maestro en 1993, lo que le costó la candidatura de relevo en marzo de 1994.
Pero, sin duda, el acto que volvió a dar de qué hablar dentro de los cuarteles perredistas fue el encuentro que Andrés Manuel López Obrador sostuvo en Torreón con más de 100 empresarios de La Laguna que abarrotaron uno de los salones del Hotel Camino Real.
Dos hechos significaron este encuentro. Uno, la presencia de los organizadores y anfitriones. El otro, el día y la hora en que se consumó la reunión.
Los empresarios anfitriones fueron un panista muy reconocido, Alejandro Gurza Obregón, y un priista, Armando Guadiana Tijerina, fundador de la Asociación Claridad y Participación Ciudadana.
Y con ellos, los empresarios regiomontanos Alfonso Romo y Fernando Turner. Los mismos que sorprendieron en Monterrey con el evento Despierta México en Cintermex.
El día y la hora elegidos: el momento en que en otra ciudad coahuilense, Saltillo, tomaba posesión Rubén Moreira, hermano del ex gobernador y presidente nacional del PRI, Humberto Moreira.
Un evento enmarcado hacia adentro por la presencia de la cúpula priista encabezada por su candidato Enrique Peña Nieto. Y hacia afuera, por las protestas de grupos que reclamaban el nivel de endeudamiento que dejó la administración saliente.
De hecho, Andrés Manuel López Obrador censuró la alianza entre Enrique Peña Nieto y Elba Esther Gordillo para unificar al PRI y el Panal rumbo a las elecciones presidenciales.
El tabasqueño también cuestionó a los hermanos Moreira y la megadeuda que se adquirió en Coahuila en el último sexenio. Todo enmarcado entre aplausos espontáneos.

UN DEBATE SIN ÁNGEL;
UNA FOTO ‘DEL DEMONIO’

Y mientras el PRI y el PRD muestran ya de manera abierta a sus candidatos, el PAN continúa con la comparecencia de sus tres aspirantes.
Josefina Vázquez Mota, Santiago Creel y Ernesto Cordero expusieron frente a las cámaras de Uno TV, el canal por Internet de Carlos Slim, sus propuestas presidenciales.
Pero el debate resultó insípido, desangelado y hasta aburrido, apenas rescatable por algunos destellos de fondo y forma en los planteamientos de Santiago Creel.
El debate quedó enmarcado en una semana en la que abundaron las peticiones de que alguno de los precandidatos declinara para facilitar una elección entre dos. Pero nadie cedió, y los tiempos se alargan.
En beneficio de esta estrategia, hay que abonar que el PAN es hoy el único partido con tiempo en medios para promocionar su elección interna, en tanto que los candidatos de unidad del PRI y el PRD deberán esperar a que se inicien las campañas oficialmente.
Sin embargo, el cuestionamiento de algunos analistas es que si ese espacio tan preciado es empleado para comparecencias como la de Uno TV, lo único que se propiciará es un mayor desencanto entre los simpatizantes albiazules.
Pero si a la comparecencia televisiva por Internet le faltó “ángel”, a la fotografía de la comida posterior en el Comité Nacional del PAN le sobró “demonio”.
Y es que fue un despropósito, un “pecado político”, que a ese evento tan partidista se presentara el flamante secretario de Gobernación Alejandro Poiré.
Peor aún, que se tomara una fotografía con los tres precandidatos y con el presidente del PAN, Gustavo Madero, y se difundiera como una muestra de unidad partidista.
¿Debe un secretario de Gobernación mostrar una cara partidista precisamente en el año en que vendrán las elecciones presidenciales y sus equilibrios políticos, así como su capacidad negociadora, se ponen a prueba con todos los partidos políticos? No hay que ser ningún iniciado para responder que no.
Y esto es apenas el comienzo.