Desconectado del pueblo y la sociedad en general, en la
sexta encerrona del señor Calderón posterior a la entrega
de sus mamotretos al Congreso de la Unión, reunió a sus
fascios PANistas, a sus amigos empresarios y banqueros,
y colados los desgobernadores del Partido
Revolucionario Institucional (PRI) y los traidores del
Partido de la Revolución Democrática (PRD)
Lunes 10 de Septiembre del 2012.
Le aplaudieron para que se vaya (en viaje de placer a Rusia, luego a esconderse en una universidad patito estadunidense con residencia para testigos, semilocalizable con su guardia pretoriana y al cobijo de Washington). Y es que a todos les apura ponerse a las órdenes de Peña, para seguir cosechando los beneficios de estar dentro de la elite oligárquica y al servicio de la plutocracia. Le aplaudieron a rabiar. Y Felipe de Jesús apenas si contuvo el llanto por tal “reconocimiento”. Sólo faltó el grito unánime de: “¡quiere llorar, quiere llorar!”
Creyó Calderón que tantas palmas eran sinceras. Tal vez sí. Fue un sexenio como el de Fox: todo para los ricos a costa de la pobreza de 60 millones de desempleados, despedidos, indígenas y jóvenes sin acceso a escuelas públicas superiores y de los egresados que no encuentran empleo. Los otros 60 millones de mexicanos en pobreza de ingresos, “ya que el empleo se ha precarizado […] pues los salarios mínimos son insuficientes para adquirir una canasta alimentaria” (Angélica Enciso, La Jornada, 4 de septiembre de 2012). Y deja a la nación atrapada en una perversa crisis económica, pues dio todo al mercado macroeconómico que se desquitó con las familias del aumento de los combustibles.
Escucharlo por cadena nacional diciendo mentiras y dándose golpes de pecho, fue como la soporífera obra de un actor mediocre que aplaudieron los espectadores a quienes regalaron la entrada. Y las crónicas de Roberto Zamarripa y Mayolo López de Reforma (4 de septiembre de 2012), y de José Antonio Román y Claudia Herrera Beltrán de La Jornada, tomaron el pulso a los asistentes. Ahí estaba el “haiga sido como haiga sido”, creyendo haber cumplido con su deber, pero el país es una desgracia social. Y dándoselas de después de mí el diluvio, pide apoyo, en “lo esencial”, para Peña, aparentando que la competencia electoral no concluye.
Quienes sobreviven a la fallida guerra de Calderón, buscan con profundo malestar la manera de comer. Pero Calderón organizó su espectáculo a puertas cerradas. Nunca dio la cara al pueblo. No gobernó y dejó todo en manos del militarismo y de su amigo y cómplice Genaro García Luna. Mientras el presidente del crimen organizado, el Chapo Guzmán sigue lavando dinero en bancos para mantener a flote el peso que el calderonismo dejó sin capacidad de compra. Y tan devaluado, que hasta las transacciones mínimas se tasan en dólares. Pero Calderón lloró ante sus fascios-panistas. Se emocionó ante sus beneficiarios. Abogó por Peña y le deseó suerte. Y para el pueblo una sarta de mentiras de viva voz y en el informe que entregó a las afueras del recinto legislativo. Fue un acto fascista.
Información: Contralinea.