Felipe Calderón extendió su mano franca al priísmo salinista mientras Josefina Vázquez Mota se tambaleaba en público.
Funeral de Estado para un ex presidente que formó parte destacada del elenco de tres colores al que en anteriores arrebatos el hoy ocupante de Los Pinos ha acusado de terribles crímenes (cuando menos políticos y económicos) contra la nación.
Julio Hernández López.
Martes 03 de Junio del 2012.
Gesto de notable urbanidad política del gobierno en turno, con el telón de fondo de la contienda electoral en curso.
Calderón, el que va de salida, acaba saludando en el contexto mortuorio a Salinas de Gortari, el que viene de regreso, o cree que está en camino de hacerlo, como tutor capilar.
Primero dijo que estaba agripada (¿Agri-Pina?) y más delante atribuyó el incidente a problemas de la presión (no precisó si se refería a la política).
Pero allí quedaron las imágenes de la candidata presidencial panista esforzándose por continuar con su discurso, plena de fatiga y no solamente por estar peleando contra los adversarios naturales, sino también o sobre todo contra los internos, deteriorada por las prácticas alimenticias minimalistas, por el nerviosismo derivado de saber que todo lo que va haciendo conspira para hacerla quedar mal y por las crecientes versiones de que el alto mando de su partido (el que está en Los Pinos, obviamente, no el que de manera figurada encabeza Gustavo Madero) podría estar negociando un desenlace electoral favorable al mismo grupo al que Calderón daría horas más tarde el Abrazo de Palacio Nacional o, en otro escenario de telenovela, la sustitución de la aspirante nunca deseada ni bien aceptada.
Haiga sido como haiga sido, el incidente josefino suscitó de inmediato fundadas dudas respecto de la resistencia que un político en funciones debe tener y demostrar, no sólo para el buen cumplimiento de sus deberes, sino también en razón de la imagen que necesita proyectar hacia sus representados y sus interlocutores poderosos.
Vázquez Mota ha cometido demasiados errores a partir de variables no cuidadas o deficientemente atendidas, como si su ejercicio político fuese aún de un nivel de aficionados o así lo quisiesen exhibir y enfatizar ciertos colaboradores dados al boicot o como si todavía hubiese un plan B en espera de más tropiezos o males de salud que llevasen a la frágil Josefina a dejar la plaza libre para otra carta en mejores condiciones.
Salta de inmediato como propuesta natural de relevo quien quedó en segundo lugar en la contienda interna, el ex secretario de hacienda, Ernesto Cordero, que ahora encabeza la cómoda lista nacional de aspirantes de blanco y azul al Senado.
Pero el dócil personaje ni siquiera ha tenido oportunidad de perder el capital político que presuntamente había acumulado al buscar la candidatura presidencial, pues nunca tuvo de verdad bonos propios, sino una acumulación artificial de fuerzas proporcionadas por el calderonismo que hoy siguen en manos de éste y no del presunto candidato oficial evidentemente improvisado.
Podría sonar mejor, en caso de hacerse imprescindible la remoción de la candidata Vázquez Mota, el mantener la cuota de género.
La ancestral sabiduría componedora del priísmo le llevó a sustituir a candidatos a legisladores (inhabilitados a causa de los porcentajes de hombres y mujeres que por ley deben cumplir los partidos en sus listas de aspirantes) con la parentela cercana, de manera destacada con hermanas y esposas. Justiciero sería, se podría considerar en Los Pinos, en dado caso, que si el partido en el poder federal debiera cambiar de gallina a mitad del guiso (así gusta denominarse la ex secretaria de desarrollo social y educación pública, en contraposición de los "gallos" que son sus contrincantes), lo hiciera colocando compensatoriamente a otra mujer.
Por ejemplo (sólo por mencionar una hipótesis tomada al azar), el relevo podría ser Margarita Zavala Gómez del Campo, de quien el esposo Calderón ha hecho un gran elogio político en su reciente comparecencia ante el Honorable Congreso del Tercer Grado, el programa de análisis político de Televisa en el que incluso se permitió el detalle de aceptar que sí se ve en la posibilidad de ser el consorte de quien en 2018 podría presidir el país, es decir, obviamente su propia esposa.
Las buenas prendas políticas que Felipe encuentra en Margarita servirían más en esta coyuntura que seis años más tarde (podría pensar tan agradecido cónyuge promotor). Pero, obviamente, todo esto no son más que meras especulaciones casi de tipo médico, dependiendo de la evolución del cuadro de problemas físicos (no se hable de los políticos) que sigan aquejando a la mareada Josefina.